Te ves al espejo y no sabes que ves. ¿Quién eres? Bajas la
mirada y te extrañas al encontrar plumas en vez de manos. Intentas preguntarte, ¿qué pasa? pero te hallas ladrando como aquel perro que dice ser tuyo pero
nunca alimentas.
El espejo vuelve a verse en ti y encuentras tu imagen carcajeándose
mientras sientes que tu rostro expresa profunda tristeza. Cuando sientes un
esbozo de risa en tu cara, la imagen se torna triste. Ríes más y más.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3VcWXwRR6Ll13c-wPhfk_zS3WLMGaJzVRlKc-PBZSNVNyEOGk7_NG3JOqZUYGRhAjPLrBR9ADDgSNpqZP6QmqfmEQoBobQEhWbBkKJn9yZz_2Y2iQAXpdoRD-e-4f6Us-Vth7P6JILV7B/s1600/Cayendo.jpg)
Abatido te dejas caer. Caes y caes pero el suelo nunca te
golpea. Sientes como se resquebraja tu rostro, la piel se te pone de gallina. Empiezas
a aletear con más fuerza de la que alguna vez tuviste. Te elevas hasta el límite.
Apunto de alcanzar la luz, impactas el suelo.
Te rompes en mil pedazos;
escuchas cristales rotos. Siete años de mala suerte- piensas molesto. Molesto, coges una escoba y limpias el desastre que
acabas de hacer. Miras el espejo en la pared, está rajado. Sientes la piel de
gallina, das la vuelta y sales a alimentar a tu perro quien te espera con una
sonrisa en la cara.