Acontecimientos y personajes marcan eras. Entre los ochentas
y noventas fue la época de Maradona. Hace unos años es ya la era de Messi. Hace
unos años es también la era del
nacer de los nativos digitales.
Somos testigos presenciales de una clase de especie humana
que pronto acompañará a los dinosaurios en las enciclopedias virtuales. Hoy,
aquel que no usa una computadora o algún elemento tecnológico en su día a día,
es una foto en blanco y negro.
La tecnología, su brutal avance en sólo un puñado de años ha
fisurado el mundo partiéndolo en dos. Sólo los más aptos y jóvenes han podido
saltar hacia la parte en la que aún hay agua y alimentos, aquella que se
extenderá. Están, además, los que han quedado en la otra parte, en la parte desdichadas
condenada a la extinción. Ellos sirven hoy como un museo en vida, un pasado en
contacto con el futuro por tiempo limitado.
Por supuesto que hay octogenarios tecnológicos de la nueva
era. Ellos, extraterrestres camuflados en un mundo que los desconoce; algunos abuelos,
algunos pocos padres, sin Facebook, sin smartphones, que no navegan todos los
días durante horas en aguas ficticias y que no tienen a todos sus amigos en la
palma de su mano, son la última parte de la especie enteramente humana, la
parte condenada a la extinción. Para ellos todo lo nuevo funciona como una
herramienta ajena que facilita sus vidas más no como una extensión
indispensable e inherente de su cuerpo. Ellos se adaptan y dan un uso funcional
a la tecnología, son casos excepcionales.
Por otro lado, están los representantes de la teoría de
Darwin; los que se adaptan y evolucionan, los testigos que sobrevivirán a la
fisura. Los que nacieron en un lado y terminarán sus días en otro.
Los humanos
que crecieron entre humanos y que más de una vez acuñarán la nostálgica frase
“todo pasado fue mejor”
Finalmente están los nativos digitales. Los zombis sin
infección que transitan ensimismados en el mundo impalpable. Conversadores sin
voz, interactivos asiduos sin presencia en todos lados cuya energía acaba
cuando la batería de su dispositivo está en rojo. Abstraídos por defecto,
ensimismados por convicción.
Así, centímetro a centímetro, la fisura se extenderá y las
partes se alejarán. Habrá nuevos padres y abuelos, pero nunca más los habrá de
blanco y negro.
Un no nativo digital será motivo de asombro para
generaciones futuras en las que la falta de tecnología como parte de la vida
será la versión 2.0 de vivir en
una cueva y cubrirse con pieles. Estamos ante la desaparición de la especie
humana pura e innata.
La tecnología beneficia, pero ¿tú te estas beneficiando de
ella?. El camino a la dependencia tecnológica ya está muy avanzado. Sólo recen
a Internet que no se malogre el router.