Me quito las zapatillas. He estado en mi casa toda la tarde,
no he salido ni a trabajar. A pesar de ello las zapatillas tienen arena en la
suela, como si hubiesen recorrido una playa. Cierro los ojos un momento, logro
escuchar las olas del mar y con ellas surge mi sonrisa.
Veo a un
chico y una chica bajo un toldo de madera en la playa durante una tarde
invernal. Uno junto al otro observan como el mar, insatisfecho con gobernar
sólo la orilla, intenta adentrarse cada vez más en la playa, apoderarse de ella
y dominar la tierra.
La playa les sienta bien pues fue en ella en donde mejor se conectaron en el principio de su historia. De su desconocida historia.
La playa les sienta bien pues fue en ella en donde mejor se conectaron en el principio de su historia. De su desconocida historia.
Quizá
ambos quieren saltar uno sobre el otro, él besarla y ella ser besada,
pero se parecen, se quieren de una manera particular. De eso y de todo lo que
han creado sólo saben ellos. No saben cuál será el momento de cada beso, de
cada caricia. De cada silencio prolongado en compañía del otro. La espontaneidad irreverente brota cuando uno piensa en el otro.
En la ausencia de todos pero ante la presencia más inmensa se acomodan y dan rienda suelta a lo que acontece en sus mentes. Sin verse, con la mirada al frente pérdida en las olas, cada uno piensa en voz alta. Indagan en lo más recóndito de sus mentes, tocan recuerdos potentes que generan añoranza. El pasado y el presente convergen bajo aquel toldo. La soledad siempre le ha sentado bien a cada uno pero al estar juntos tal vez han encontrado la manera de acompañarse en una soledad sin tanta ausencia. Presencias no invasivas.
En la ausencia de todos pero ante la presencia más inmensa se acomodan y dan rienda suelta a lo que acontece en sus mentes. Sin verse, con la mirada al frente pérdida en las olas, cada uno piensa en voz alta. Indagan en lo más recóndito de sus mentes, tocan recuerdos potentes que generan añoranza. El pasado y el presente convergen bajo aquel toldo. La soledad siempre le ha sentado bien a cada uno pero al estar juntos tal vez han encontrado la manera de acompañarse en una soledad sin tanta ausencia. Presencias no invasivas.
Uno
siempre ha puesto a prueba al otro, por eso los silencios prolongados de
escrutinio personal han sido una distinción en su historia.
En la playa invernal plagada de vida natural, ellos bajo ese toldo son extraños. Invasores que observan y contemplan una puesta en escena improvisada pero perfectamente equilibrada.
Cuando el mar tiene ese color, es cuando más frío está. Me encanta ese color- redondea ella mientras hunde sus pies descalzos en la arena.
En la playa invernal plagada de vida natural, ellos bajo ese toldo son extraños. Invasores que observan y contemplan una puesta en escena improvisada pero perfectamente equilibrada.
Cuando el mar tiene ese color, es cuando más frío está. Me encanta ese color- redondea ella mientras hunde sus pies descalzos en la arena.
Juntos
nunca antes habían observado un mar agitado, un mar vivo y activo. Sus
conversaciones nunca habían sido acompañadas de sonidos de olas o brisa de mar.
Sus ojos nunca habían presenciado juntos la unión del mar y el cielo, su visión
siempre había sido limitada. Ahora, por primera vez se desplegaba ante ellos la
posibilidad de todo, de perderse en la inmensidad.
Que fácil
es desaparecer, seguir el camino y ya. Por momentos me atrae la idea de dejarlo
todo- expresa él mientras observa como ella hunde cada vez más los pies en la
arena. Ella parece querer desaparecer bajo la arena. No dejaría que nada la
pase- piensa él y repone la mirada en el mar.
Cada momento
que compartimos nos desconocemos un poco menos.
Cerrar
una etapa difícil con un día distinto e impensado permite que la oscuridad de
ese período se diluya bajo la impresión del recuerdo del día final.
La puesta
en escena natural caduca indefectiblemente cada día con la puesta del sol. Hoy,
ella y él fueron unos extraños que la contemplaron y se llevaron algo. Hoy
estuvieron juntos ahí y todo lo demás se detuvo, simplemente dejó de pasar y
por ese lapso todo fue posible.
Recuerdo
como el frío calaba por mis manos. Nos veo caminando por la arena, te veo en
las escaleras un escalón más arriba que yo. Te tomo del saco, te aproximo a mí
y te beso. Quiero acordarme siempre de ello.
En mi
mente el sonido de las olas se va atenuando. La sonrisa que surgió se va
desdibujando a medida que la potencia de la idea va disminuyendo.
Cansado,
dejo las zapatillas.
Les quitaré la arena mañana.