viernes, 14 de junio de 2013

Zona de promesas




Tendido en el suelo, enfriándose por la sangre abandonando su cuerpo, Miguel recordó que horas antes, aquella noche luego de darle un beso de buenas noches a Carolina le prometió que no moriría jamás.


Tranquila hija. Siempre voy a estar a tu lado. Tú y yo viviremos para siempre.

La niña, más calmada, finalmente pudo conciliar el sueño.

Miguel la observó mientras se levantaba de su lado, caminó hacia la puerta, apagó la luz de la habitación y se fue.

La mujer de Miguel esperaba fuera de la habitación.

Nunca le has mentido a tu hija y hoy acabas de prometer algo imposible. Antes que todo lo que le quieres dar para que no sufra como tú lo hiciste, ella quiere tener a su papá al lado y tú esta noche te vas a arriesgar una vez más.

Este es el camino que ha tomado mi vida. No tuve mucho para escoger pero yo les daré opciones, mejores alternativas.
Miguel besa a su esposa, camina hacia su habitación, abre el armario y saca un paquete de la repisa superior. Al regresar por el pasillo ella ya no está ahí parada. Nunca pudo verlo 
partir. La incertidumbre la destruía.

Miguel tuvo una infancia difícil, desde pequeño tuvo que vérselas por si mismo y los caminos que debió seguir no fueron acertados. Estuvo preso tres años. Cuando salió reformado conoció a Carmen y se casó con ella. Consiguió trabajo en un almacén. La vida pareció enrumbar de manera correcta y luego de algunos meses decidieron tener un hijo.
Pero como al parecer nada dura para siempre y, en efecto tal vez somos hormigas a las que Dios tortura con una lupa en un día soleado, el almacén fue robado. Al no encontrar responsables, el dueño se desquitó despidiendo a Miguel a quien, lamentablemente su pasado en la cárcel lo condenó injustamente.

Miguel buscó nuevo empleo. Sin estudios, sin experiencia y sin recomendaciones sólo encontró puertas cerradas. Con Carolina a cuestas Miguel contactó a una vieja junta y este le dio trabajo, le dio trabajo y una pistola. Con el paso de los años Miguel era contactado por adinerados personajes quienes remuneraban bien su desempeño. Miguel era conocido ya que siempre hacía trabajos “limpios”

Cuando al parecer Dios se fue a quemar a otras hormigas y Carmen abrió una peluquería con lo ahorrado, intentó convencer a su esposo para dejar ese siniestro mundo. Pero Miguel ya no confiaba más en Dios y temía que este vuelva con su lupa. Carmen ha pasado un año y medio de lucha y hoy, finalmente Miguel realizaría su ultimo trabajo. Su vida ya no puede albergar más penas encima. De ahora en adelante vivirán de los ingresos de la peluquería.

Miguel sale de su casa, camina cinco pasos hacia la derecha y antes de subir al auto se queda unos minutos apreciando el cartel de la peluquería,“Cortes y peinados Carolina”… Aun queda hormigas por quemar.


Tú y tu puta integridad viejo. ¿De que te sirve ser tan correcto? ¿a que te debes tanto si te tratan como un perro?

No me jodas papá, es el tercer mes que no te pagan y se están reventando la plata en tu cara. Jiménez le acaba de comprar un celular nuevo a Tania, con cámara y todo y a nosotros nos acaban de cortar la línea de la casa… o sea ni que hablar de un celular. Tienes que adaptarte a la realidad de una vez si no seguirás siendo un cagado.

Jiménez es un tramposo pendejo. No me compares con él.

Fernando sale de su casa y se dirige caminando a la comisaría. Como siempre llega temprano y espera entre veinte y treinta minutos a que Jiménez este listo para salir a patrullar.

Vamos oe, hoy es sábado y habrá harta chamba. Jiménez apura a Fernando quien se pone el sombrero y deja escapar un suspiro de descontento. Hoy no se siente fuerte detrás del uniforme.

La rutina de los sábados es “patrullar” zonas aledañas a discotecas, bares etc. Los sábados son el día preferido de Jiménez.

Si hoy tengo una buena noche ya me alcanza para el home theater completo.  Fernando escucha mientras se abrocha el cinturón.

Hoy estoy con ganas de trabajar. Concluye Jiménez.

Que se puede hacer, “la situación hace al ladrón” se repite. Fernando lleva años en la policía y no ha logrado mucho. Sus sueños han sido aplazados año tras año y ya no es el joven de antes. Se indigna cada vez que presencia actos de corrupción… se indigna todos los días y su hija le restriega el fracaso en la cara.

“Si no puedes con ellos…úneteles” piensa.

Jiménez se detiene en una esquina.

Voy a comprar puchos para aguantar la jornada. Acto seguido baja de la patrulla e ingresa a la tienda.

Fernando cierra los ojos y tira la cabeza hacia atrás.

Soy un cagado… un viejo fracasado.

Fernando tuvo ganas de desaparecer. Recordó el día que prometió servir a la ley y honrar el uniforme. Ahora la idea de pasar toda la noche viendo como Jiménez ensuciaba el uniforme y se cagaba en la ley mientras él seguía hundiéndose en la miseria le provocaban arcadas.

Levantó el pestillo, abrió la puerta y caminó cabizbajo hasta doblar la esquina.
Luego de algunos pasos el sonido de la puerta de un auto cerrándose hizo que levantase la mirada. Pocos metros más adelante una persona caminaba aceleradamente con las manos en los bolsillos de su casaca. Fernando sacó su arma y siguió al sospechoso sin ser visto.

La vidas de Miguel y Fernando se conectaron por ocho segundos. Seis segundos demoró Miguel tras bajar de su auto. Seis segundos le tomó llegar frente a su victima quien se disponía a entrar a su casa. En un segundo Miguel levantó la mano sosteniendo la pistola, en un segundo hizo contacto visual con su victima y en ese segundo Fernando le disparó a Miguel.

La vida de Fernando cambió. Salvó la vida de un empresario importante, un empresario corrupto. Fernando fue ascendido por su valerosa acción, acción de la cual la policía se colgó y vendió a la prensa como si hubiesen estado siguiendo el caso hace tiempo. 
Fernando salió en televisión y fue portada en algunos periódicos. Su nuevo puesto le permitió alejarse de la corrupción de las calles.

Pero algunas cosas son inevitables y nadar contra la corriente es difícil y finalmente cansa. Así, Fernando dejó de nadar y la corrupción lo alcanzó, tarde, pero lo alcanzó.
Miguel pagó los crímenes que tuvo que cometer en un mundo en el que los que mató también eran malos.
La hija de Fernando tuvo celular con cámara. Tuvo celular, tuvo carro, tuvo viajes y nunca le volvió a faltar el respeto a su padre.
Carolina creció en un ambiente estable económicamente, recibió buena educación y tuvo oportunidades. No le faltó nada…excepto su padre.